Majayjay es un pequeño municipio de la provincia de La Laguna, que según el censo de 2015 cuenta con una población de 27.297 habitantes y está situado en la inmediaciones del monte Banajao.
En 1.964 la Historical Conservation Society publicó la historia de esta ciudad en versión trilingüe, inglés, tagalog y español a cargo de D., Juan Palazón. El capítulo II del apartado IV (Siglo XIX) está dedicado a Apolinario de la Cruz.
APOLINARIO DE LA CRUZ
Sin que las autoridades españolas tuvieran conocimiento de ello, hacia fines de 1840 o principios del 41, comenzaron a celebrarse en Majayjay reuniones que más tarde el gobierno consideró clandestinas cuyo verdadero carácter está hasta hoy, y probablemente para siempre seguirá estando, rodeado de misterio.
El fundador de la asociación, Apolinario de la Cruz, nacido en el vecino pueblo de Lucban, se había educado en Manila en el Hospital de San Juan de Dios, en donde había entrado en calidad de donad. por razones que no están claras en los relatos contemporáneos, organizó una asociación de tipo religioso con el nombre de Cofradía de San José, cuyos fines aparecen no menos confusos en la versiones que han llegado hasta nosotros. Los cofrades, que llegaron a ser numerosos en las provincias de Tayabas, Laguna y Batangas, contribuían, según parece, un real mensual (un octavo de peso) a la caja de la asociación, con cuyo dinero atendían a los gastos de las reuniones periódicas que celebraban en Lucban, además de pagar una misa cantada que cada mes encargaban de un modo anónimo al párroco del pueblo. La noticia de estas reuniones alarmaron al cura de Tayabas que, en calidad de Vicario foráneo, dio instrucciones al de Lucban para que suprimiera las misas y acabara con las reuniones. El 19 de octubre el gobernadorcillo de Lucban, siguiendo órdenes del cura, sorprendió la reunión de los cofrades y detuvo a 243 personas, que al día siguiente fueron puestas en libertad por orden del gobernador de la provincia. Y entonces es cuando comenzaron a celebrarse las reuniones en Majayjay, bajo la dirección de Octavio Ignacio de San José, que representaba a Apolinario de la Cruz, de quien se decía secretario.
Entretanto, en Manila, Apolinario, con el fin de legalizar la asociación, solicitó una licencia de las autoridades eclesiásticas que éstas, llenas de suspicacias, le negaron. Entonces, siguiendo los consejos del P., Ciriaco de los Santos, de D., Domingo de Rojas, acaudalado comerciante de Manila y de varios abogados, todos ellos filipinos, apeló a la Audiencia. El gobernador general, que era entonces el general Oraá, consideró sospechosas las actuaciones de los cofrades y sus consejeros de Manila, y al enterarse de la apelación, decidido a intervenir personalmente, dio órdenes para que Apolinario compareciera ante él. Los relatos de la época dan la impresión que hasta entonces las autoridades no tenían ningún cargo concreto ni contra Apolinario ni contra su organización, y que el único motivo para sus suspicacias era que la cofradía estuviera compuesta y manejada exclusivamente por filipinos. Creyeron, a lo que parece, que existía un propósito deliberado de excluir a los españoles, lo que es su sentir era prueba suficiente de que se perseguía un fin oculto y necesariamente siniestro.
Inocente o culpable, al verse llamado a presencia del gobernador, Apolinario decidió que lo más prudente era ocultarse. Esto precipitó los acontecimientos. En Manila se prendió al P., de los Santos y se circularon órdenes a provincias para detener a los miembros destacados de la Cofradía. En Majayjay, con la activa participación del párroco, Fr., Antonio Román, se preparó una celada esperando que al celebrarse la siguiente reunión de los cofrades sería fácil capturar a los jefes. Pero este plan fracasó en parte, porque informados no se sabe cómo de lo que se tramaba, la mayoría de ellos lograron escapar. Se consiguió, sin embargo, arrestar a San Jorge con parte de los documentos de la asociación por lo que se llegó a saber el lugar donde se ocultaba Apolinario en Manila. Mas éste consiguió huir y unirse a un grupo de sus compañeros que se habían congregados armados en Bay. Desde allí, ya en franca actitud de rebeldía, se dirigieron hacia el sur, y después de un paseo triunfal por San Pablo, Tiaong y Sariaya, se establecieron en un barrio de Tayaba, Isabang, en donde se les fueron uniendo tal cantidad de gente, hombres, mujeres, y niños, que el número de los reunidos llegó a pasar de cuatro mil. Desde allí, Apolinario intentó infructuosamente entablar negociaciones con el gobernadorcillo y el párroco de Tayabas para celebrar en el pueblo una novena en honor del patrón de su cofradía, San José. Entre tanto, el gobernador de la provincia al frente de una pequeña fuerza improvisada, atacó temerariamente a los cofrades que, con la ayuda de un grupo de negritos, le derrotaron y, después de matarle, consiguieron apoderarse de tres pequeños cañones que llevaba.
Animados por este éxito inicial intentaron nuevamente entablar negociaciones para ocupar el pueblo de Tayabas, que era entonces la capital de la que es hoy provincia de Quezón y, al fracasar estas gestiones, se trasladaron al barrio de Alitao, situado en una llanura al noreste de la capital. Allí, acamparon y se fortificaron, emplazando los tres cañoncitos ganados en la acción anterior, entre los ríos Iyam e Epilan que protegían sus flancos.
El primero de noviembre un contingente de tropas regulares enviadas desde Manila, al que se unieron cuadrilleros y otras fuerzas de los pueblos de la provincia hasta formar un total de cerca de mil hombres, atacaron el campamento de los sublevados y aunque estos, según un cronista español, lucharon con valor extraordinario, les derrotaron por completo, obligándoles a debandarse. El número de muertpos en esta acción no se puede precisar, pues mientras unas versiones hablan de quinientos muertos otras hacen llegar la cifra a más de mil. lo que sí es cierto es que al saberse en Manila que entre los muertos habían mujeres y niños no faltó quien criticara al general Oraá por esta matanza.
Apolinario de la Cruz, que en los primeros momentos había conseguido escapar, cayó prisionero al día siguiente, y tras un juicio sumario fue ejecutado en la madrugada del 4 de noviembre.
No sabemos cuantos de los muertos eran de Majayjay. D., Antonio Escobar en su Kasaysayan ng bayang Mahayhay se limitaa decir lacónicamente que "cuando Manong-Pulé (Apolinario de la Cruz), que estaba con sus hombres en los montes de Tayabas fue cogido por la guardia civil (sic) muchos murieron y fueron hechos prisioneros."
D., Pedro Ortiz Armengol (Madrid 1922-2009);diplomático, estuvo destinado en París, Londres, Washington, Lisboa, Manila; investigador, gran conocedor de la historia literaria del siglo XIX, sobre todo de la obra de Galdós; y por último escritor, "Pasyon Filipina del Hermano Pulé" es el último libro de una trilogía dedicada a la primera mitad del siglo XIX filipino compuesta además por "Historias Viejas de Manila" y "Dolores Armijo".
En "Pasyon Filipina del hermano Pulé", D., Pedro nos cuenta a modo de novela histórica, la creación por parte de Apolinario de la Cruz de la Cofradía de San José, su desarrollo posterior y claro está la persecución por parte de las autoridades civiles, militares y eclesiásticas de sus miembros.
Fray José López, franciscano menor, salió a esperar a Apolinario y a su gente en la puerta de la iglesia, algo pálido pero a pie firme, predispuesto a entenderse con él, y si hiciera falta, dispuesto a morir y pasar a los altares. Le rodeaban las mujeres del pueblo, las de la Hermandad de la Virgen, las de la Visitación, las de la Hora, en suma todas las notables del pueblo, en el cual sobra decir que no había ningún español peninsular sino fray López.
-Magandang hapon po -dijo Apolinario al fraile y a las damas tagalas, dando las buenas tardes.
-Ave María Purísima -contestó fray José y lo fueron repitiendo docena y media de voces de mujer con voces serenas, seguras también de que estaban dispuestas a hacerse mártires en manos de esa multitud, que podía despedazarlas por ser ellas las ricas y cercanas al defensor de la fe.
Una de estas era la capitana Ciriaca, con sombra o sospecha de alguna sangre castila, misterio de camarín de medio siglo atrás; tenía en la mano un crucifijo y -al ver a Apolinario tan mesurado y con alguna marca de indecisión- la capitana pidió a todos rezar en voz alta un Padrenuestro. El padre López celebró la idea "in mente" y lo comenzó en voz muy alta, y todos le siguieron. Crecía la gente, que iba llegando y ocupando todo el centro del pueblo y crecía también la oración dicha por todos los que se iban incorporando al acto: "sambahin ang nagla mo ...". (Capítulo XIV, El hermano Pulé agrupa sus banderas, pag., 234-235).
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