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CERVANTES EN ARGAMASILLA DE ALBA.

    Mucho se ha estudiado sobre la vida y obra de Miguel de Cervantes Saavedra, pero aún quedan interrogantes a los que responder. ¿Dónde y cuándo escribió su inmortal D., Quijote? ¿Estuvo preso en Argamasilla de Alba? A ciencia cierta nada se sabe. Lo único seguro es lo que el mismo autor nos dice al final del último capítulo de la primera parte del, "EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA". Cervantes termina esta parte de  la obra con tres sonetos y tres epitafios, escritos por:<Los académicos de la Argamasilla, lugar de La Mancha, en vida y muerte del valeroso Don Quijote de La Mancha, Hoc Scripserunt.> Estos académicos son, El Monicongo, que escribe un epitafio a Don Quijote; El Paniaguado que dedica  un soneto a Dulcinea. El Caprichoso que se lo dedica a Rocinante; El Burlador que hace lo mismo a Sancho Panza; El Gachindiablo que le escribe un epitafio a Don Quijote; y por último El Tiquitoc que se lo escribe a Dulcinea.
                         
   José Rizal escribió el poema titulado "CERVANTES EN ARGAMASILLA DE ALBA", se desconoce también la fecha de su composición, debió de ser durante su época de estudiante de bachillerato. La revista TONOS DIGITAL, de la universidad de Murcia en su número 28, aparece un interesante artículo a cargo de Vasco Caini, sobre este poema:
     Tranquila era la noche: silenciosa,
La luna por el cielo discurría,
Y de la Mancha, seca, montañosa,
Sobre los campos su fulgor vertía;

Muda vagaba el aura, quejumbrosa
Entre las flores, que el abril envía,
Cual don precioso; y en tan triste calma
Callaba el ruiseñor, se helaba el alma.               

     Gozaba entonces del nocturno sueño
El mundo, inquieto, que mimó natura,               
Y cual dormido por letal beleño                         
Sus males olvidaba o su ventura:
                                                                                   
¡Ay! sólo un hombre con tenaz empeño             
Contempla tan pálida hermosura
Cabe ferrada reja, y parecía                               
Presa de la cruel melancolía.

     Su tersa frente, que el fulgor de Diana
Bañaba en suave luz, se erguía altiva
Y en sus ojos latía soberana
Llama del genio palpitante y viva:                     
                                                                           
Y cual suele al rayar de la mañana
Nublar las sombras su rosada diva,
Su luz brillante, tal el desconsuelo,
Enlutaba su faz con denso velo.

     ¿Acaso contempla su triste presente
Más triste y acerbo que el tiempo que huyó
Evoca una imagen, confusa, su mente,
Imagen, que fiera la Parca borró?

     Tal vez suspirando recuerda el carño
De madre (ya muerta) su llanto al oir,
O el canto meloso, que oyó cuando niño
Orilla del río de grato bullir.

     Quizás martirizan su herida memoria
El sueño de rosa, que un tiempo abrigó,
La sed insaciable de vívida gloria,                                               
Que su alma entusiasta calmar esperó

     Quien sabe si rudo le invade el hastío
Su sangre, vertida en vano, al recordar,
Que al mundo egoísta en su cruel desvarío
Con cárcel infame le place pagar.

     Su honor, indignado a tan pérfido ultraje
Quizás se subleva cual negro huracán,
Y enciende en sus venas ardiente coraje
Que ruge en su pecho cual rojo volcán.

     Tal vez más humano su mísera estrella
Acepta, humildoso, con fiel sumisión,
¿Murmuran sus labios la pura, la bella
Cristiana plegaria en su triste aflicción?

Sus miradas
Torna al Cielo,
Un consuelo
Por buscar.
¡Pobre genio,
Que procura
Su tristura
Mitigar!
     Pone el mundo
En olvido
Su quejido,
Su clamor;
Mas él sufre
Su tormento,
Cruel, violento,
Con valor.
     Cual susurra
Dulcemente
Clara fuente
Al brotar,
Así espera
Con acento
Vago, lento
Su penar:

     ¡Feliz aquél que el suelo
Deja, sin conocer la vida odiosa,
Y se remonta al cielo
Ligero, cual alegre mariposa!

¡Ay, lenta es mi agonía
He de vivir en el pesar sumido,
Cesa ya, vida mía,
Mi corazón, apaga tu latido!

     Que es muy triste la vida
Exenta de consuelos y ventura,
¡Y más cuando se olvida
Al que sólo confía en su amargura!

     ¡Ah es verdad! mi suspiro
Es tan humilde, que en mis labios muere,
Y cuando yo deliro
¿Qué corazón mi desconsuelo hiere?

     Mis bellas ilusiones
Una tras otra rápidas se fueron,
Mis alegres canciones
¡Ay! en sollozos se volvieron.

     ¿Quién, como tú, pudiera
En vuelo alegre acariciar las flores,
Alma pura y ligera,
Y contarles tus cuitas, tus amores?

     Misteriosa Armonía
Si fuera yo del bosque pavoroso,
Cantara noche y día
¡Cabe el río y torrente sonoroso!

     El insectillo alado,
Que en dulce libertad del campo goza,
El cabrito pintado
Que en verde grama busca y se alboroza;

     ¡Ay! son más venturosos
Que yo en mi dignidad y mi infamia,
¡Oh del hombre enojosos
Rencores, odio vil, perfidia impía!

     Perseguido do quiera
Por do quiera infeliz y sin ventura,
¿Qué en la tierra me espera,
Sino la paz de grata sepultura?

     ¿Acaso mi tormento
Repara el mundo ciego, envilecido?
¿Escucha el pobre acento...
Del paria, relegado al ... olvido?

     Más que todos, tu ...                                                                      
Grande nación, mi España prepotente,
Cuando el dolor me acosa, me mata
Desoyes ¡ay, mi suplicar ferviente!

     Dijo, y calló y suspiró
Lanzó su alma dolorida
Y dos lágrimas surcaron
Mansamente sus mejillas.

     Oh tú, misteriosa noche
Del desventurado, Amiga,
Que ocultas rudos dolores
A la luz del claro día;

     Dí, ¿a do volaron ligeras,
Las lágrimas, que la brisa
Acarició con sus alas
De nieve y grana teñidas?

     Quizá el ángel del consuelo
Diólas a una florecilla,
Para, al brillar la mañana,
En perfume convertirlas.

     Tal vez subieron al trono
Del Eterno entre armonías,
Cual muda oración ferviente
De una criatura oprimida.

     En vuelo majestuoso
Hiende el aire veloz
Entre tenues acordes,
Fantástica visión.

     Albo ropaje lleno
De intenso resplandor
Ciñe su talle, esbelto,
Como nunca se vió.

     Laurel orna su frente
Brillante cual el sol
De la lira, que pulsa,
Las cuerdas de oro son.

     Vívida es su mirada,
Llena de casto amor,
Con sus puros destellos
Cautiva al corazón.

     Azul del Cielo ardiente
Puso en sus ojos Dios,
Sobre su cabellera
Polvos de oro vertió.

     La grana de sus labios
Envidiara la flor,
Favorita de Venus,
¡Do el amor anidó!

     Se llega a do el infelice
Postrado sus males llora,
La visión encantadora
Tierna y amante la faz:
Absorto él le mira y siente
Acallarse su amargura
Y torna la dulce paz,

     Y tierno cual el gemido
De blanda armónica lira
Del amante, que suspira
En la tumba de su amor;
De la deidad el acento
De suave dulzor cuitado
En delicioso estupor:

     Miguel ...Miguel ¿por qué tu valentía
Cede así de la suerte a os rigores?
Si del Líbano el cedro desafía
Del huracán horrísonos fragores,
Si dura roca, que la mar bravía
Airada bate al son de los clamores
De iracundos tritones, se alzara fiera.
¿Por qué tu invicto genio desespera?

     ¡Ah! ¿quién sóis vos, deidad encantadora
A cuya voz mi fé se aviva y crece,
Miguel clama, y cual la rubia aurora
Al mundo alegra cuando se aparece?
¿Sóis el ensueño, que mi mente adora,
Hermosa cual la Silfa, que se mece
En el espacio azul, o engaño solo
Que colma mis desdichas con el dolo?

     -Yo la hija soy del que creó la rosa
Las fuentes, las praderas y los jazmines,
Yo nací en la luz esplendorosa
Y crecí del Edén en los jardines;
La dicha doy, quien en mí reposa,
Vivo con los alados serafines
Y derramando galas y hermosura
Embellezco a la plácida natura.

     Un tiempo fué que cual la flor galana
Vertía yo venturas y placeres
Sobre la angelical pareja humana
Reyna y señora de los creados séres;
mas ¡ay! cuando  inexperta una mañana
Eva la más feliz de las mujeres
Bebió curiosa el infernal veneno,
Volvíme entonces de mi padre seno.

     Inspiré desde allí la guerrera
Canción sublime de alabanza y gloria
De Amram al hijo, cuando a hueste fiera
Abismó Jehová, en su gran victoria;
Dí su Sión consagrada a la memoria
Vibre la lira de David el santo
Al entonar su religioso canto.

     Oí tus quejas del veraz Destino.
El libro abrí que sacro miedo inspira
Y en el escrito tu tremendo sino
Con colores fatídicos se mira.
Abrigos hallarás en tu camino
Sembrado para ti por mentira,
Tú lucharás con tu ominosa suerte
Cual gladiador herido con la muerte.

     Yo páginas grandiosas, inmortales
Te dictaré desde mi excelso asiento
Y te distinguirás de los mortales
Cual de las hierbas roble corpulento:
Conservará la Historia en sus anales
Tu divino eslendor, y el firmamento
Será pequeño a tanta nombradía
Aún más brillante, que la luz del día.

     Ve pues, Miguel, y que tu clara mente,
Foco de luz, que alumbrara tu suelo,
Redima a esa multitud demente
Rasgando el hosco encapotado velo.
Y, cual nube preñada, rayo ardiente
Airoso lanza en tu encumbrado vuelo
Que derribe al dios de la locura
Brotar haciendo celestial ventura.

     Dijo y voló cual ciprina diosa,
Que abandonando al adalid troyano
Luz esparció y fragancia olorosa
Allá en el suelo cálido africano:
Marcó su paso estela luminosa
Rápida y un valor sobrehumano
Brotó del pecho de Miguel radiante
Disipando el pesar de su semblante.

     El Oriente se colora
El alba ría temprana
Esplenente precursora
De la divina aurora
Encanto de la mañana.
   
Abren su cáliz las flores
Y reciben la frescura,
Regalo de la natura
Que del día a los albores
Aumenta su galanura.

   El ave con blando pío
Saluda desde la rama
Al sol, que se desparrama
Evaporando el rocío
Bello esmalte de la grama.

   Une la sonora fuente
Al concierto matutino
Que se escucha dulcemente
Su claro y acorde trino
Grato solar de la mente.

     ¡Juega en el prado la brisa!
Se llevó la noche oscura
Sus pesares, su tristura
Y en cambio la dulce risa
Viene con la lumbre pura.

     También Miguel se alboroza
Al mirar tanta alegría,
Al ver cuan bello es el día,
Pensando en la visión, goza
Que tuvo en la noche umbría.

     Y en su mente fecunda
Brota una luz, una llama,
Que de sangre arde le inunda;
El genio su pecho inflama
Y de fulgor circunda.

     Cual semidiós inmortal
Su mirada resplandece,
Tibio calor celestial
Cual la lumbre encandece.

     ¡Salve Mortal poderoso!
¡Salve talento fecundo!
Que en un calabozo inmundo
¡Ay! diste a luz generosos
Tu obra, admiración del mundo.
                                                                                                       





   

   









 






 








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