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BULÁN SA MAYO. BULÁN NI MARÍA.

   A San Bernardo de Claraval, (1.090-1.153), cisterciense, Doctor de la Iglesia, se le atribuye la siguiente oración a la Santísima Virgen María:

                                   BICOL.

                             MEMORARE

         ú oración ni San Bernardo qui María Santísima.

     Guiromdomon mo, ó maheheracon na Virgen María, na dai pa
 nadagnog sagcod na pagsabisabihon na binayàan mo an si isay
 man na diminoloc sa símong pagampon an iminarang can sìmong
 pagsorog, asin an iminapod can símong pagtabang. Huli ta yaon na                
 naniniualâ aco, napapaalao man aco sìmo, ó Virgen nin magna
 vírgenes; asín huli ta yaon na nagogôgôan aco can cagabatan caining
 sacong magna casâlan, nagnagnahas acong  domoloc sa símong
 domoloc sa sìmong mahal na atubang. Dai mo logod isicual an sacong
magna paquimaherac, ó Inâ nin Verbo divino, atâ logod hinaniogon mo
 iyan asin acôon mo sa caogayan. Auot pa.(1)

          (1) An satuyang santísimo Padreee na Pío IX timinogot nin apat
 na polong aldao na indulgenvia sa balang macasaraong pagnagnadié
 caining pamibing ini; asin nin sarong indulgencia plenaria sa balang
 sanbulan duman sa nagnagdié caini aroaldao, con omacó nin magana
 sacramento asin magvisita nin sarong simbahan na magnadié siring sa
 intención caini masanang sinabi nang Papa. (11 de Diciembre de 1.846.)

                          LATÍN.

   Memorare, O piissima Virgo Maria, non esse auditum a saeculo,
quemquam ad tua currenten praesidia,
tua implorantem auxilia, tua petentem suffragia,
esse derelictum.

   Ego tali animatus confidentia,
ad te, Virgo Virginum, Mater,
curro, ad te venio, coram te gemens peccator assisto.

   Noli, Mater Verbi,
verla mea despicere; sed audi propitia et exaudi.

Amen.

                       ESPAÑOL.

   Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!,
que jamás se haya oído decir
que ninguno de los que han acudido a vuestra protección,
implorando vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro,
haya sido desamparado.
   Animado por esta confianza, a Vos también acudo,
¡oh Madre, Virgen de las vírgenes!,
y gimiendo bajo el peso de mis pecados
me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana.

   ¡Oh Madre de Dios! no desechéis mis súplicas,
antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente.

   Amén.






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