HAGONOY, BULACÁN.
¡MATER DOLOROSA!
Por el largo sendero interminable
hacia el Clavario,
iba la caravana innumerable
como un rosario
de corazones. El mirar sereno,
la pura frente
húmeda de sangre, iba el Nazareno,
dulce y silente.
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Tras El, entre congojas y amarguras,
iba María,
elevada su pena a las alturas
de la agonía;
los bellos ojos ensombrece el llanto...
¡Dulce Amorosa!...
Oh amante Madre del Divino Encanto,
¡Oh Dolorosa!
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El puñal impiadoso del Dolor
dejó tu pecho
-vaso de aromas, de sublime amor-
roto y deshecho.
Y era una espada cada cruel rubí
que se licuaba
sobre la frente herida del Rabí
que desangra.
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Tú fuiste en su calvario dulce flor,
flor de Pasión,
cuyo cáliz abierto a todo amor
y devoción,
entre lágrimas supo perdonar
al mundo ingrato
que clavaba su cruz sin descansar,
loco, insensato.
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Y hoy en el nombre de aquel Amor divino,
mi alma se eleva
hasta ti, como un triste peregrino
que el azar lleva
hacia el remanso pleno de dulzura,
¡Oh Dolorosa!
¡Oh Virgen de la Angustia y de la Amargura,
Madre Amorosa!
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