LÁMPARA VOTIVA
Si el alma carga frutos de diamante
por la savia augusta que la baña.
Perdura el Pacto de épica hidalguía
que, ante las leyes que el destino traza,
la sangre de dos razas confundía
en los destinos de una misma raza.
Y ha de existir. ¡La ausencia no es olvido!
Si el nexo colonial hemos deshecho:
¡castellano ha de ser cada latido
de la nativa gratitud del pecho!
¿Quién el término exacto mide y sabe:
lo que ha de ser, lo que es y lo que no ha sido?
Ayer, fue el nido que buscaba al ave.
Hoy es el ave que retorna al nido.
La ilusión enguirnalda la constancia
-y en la constancia está el amor perfecto-
Cambiar puede el afecto de fragancia
¡mas, en cualquier fragancia, será afecto!
Hay como una lección de idealidades
que participa del taller y el tiempo:
de par en par abierta a las edades
porque es vigor, eternidad y ejemplo.
Fortalecidos los eternos lazos
por el tiempo -que todo lo depura-,
se han trocado los nudos por los brazos.
Se han trocado los brazos en ternura.
La siembra de la historia no se pierde.
Y España nos dejó muestra tan pura
no hay amanecer que no recuerde
nuestro agraz despertar a la cultura.
¡Tan nuestra es! ¡Nos dejó tan honda huella!
¡Tan ritmo y ansia somos de su entraña! ...
Que si el dolor enturbia nuestra estrella
¡de duelo se nublara el sol de España!
Signada de un excelso quijotismo,
no rehuyó la expiación ni la tormenta.
Porque sabe que hiriéndose a sí mismo
mejor el corazón se pulimenta.
Que ha sido apostolaria su aventura,
compuesta al par de santidad y ciencia:
como el mar que es turquesa y es hondura.
Y la flor es espina y es esencia.
Si se halló en el sendero exangüe y sola,
con los diamantes del joyel dispersos:
fue por su nívea preñez española
de dar al mundo Nuevos Universos.
Por brindarnos la prez de su bandera,
como divinas aspas de molinos,
que en el bautismo nacional nos diera
el título inmortal de FILIPINOS.
Por darnos un Rizal y un Bonifacio.
Y el ejemplar del genio más perfecto
que ennobleció de la luz el patrio espacio
con su potente luz: CLARO M. RECTO.
Y nos legó, en recordación de amante,
la dignidad patricia de su entraña.
-Si el alma carga frutos de diamante
es por la savia augusta que la baña.-
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Todo fenece. La amistad se trunca.
Y la pasión se enfría: hasta se olvida.
¡Sólo el materno amor no muere nunca:
porque es raíz y esencia de la vida!
Francisco Zaragoza Carrillo (Quiapo 1914-Manila 1990)
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