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AMÉRICA EN FILIPINAS

  

 D., Antonio Molina Memije nació en Manila el 19 de noviembre de 1918 y falleció en Madrid el 15 de noviembre del año 2000. Doctor en Derecho, abogado, historiador, diplomático, profesor, lingüista.

   PRÓLOGO.-

    <En todos los terrenos -política, milicia, iglesia, docencia, comercio y demás- la impronta americana, desde 1565 hasta 1821, con la posterior secuela de su influencia, Hispanoamérica va dejando jirones de su vocación y estilo en Filipinas, en un empeño común de incorporarla a la Corona española.                  

   Sobrevive, tras esta presencia hispanoamericana, el régimen norteamericano, que a partir de 1898 va a aportar su propio quehacer en Filipinas, hasta restaurarla en su independencia en 1946, sin que por ello desaparezca su influjo, tan acusado aún en nuestros días.

   Por esta razón, esta obra se titula  América en Filipinas.>

   PARTE PRIMERA. AMÉRICA DEL SUR.-

    <El 20 de abril de 1571, Miguel López de Legazpi inicia su última proeza marinera: viaja a Manila. Antes había enviado a Martín de Goiti al ,mando de más de 100 españoles y americanos, además de 600 naturales, entre estos últimos, Pedro Manuel Manooc. Sulaymán, el rajá de Manila, sobrino del sultán de Borneo, desoye la oferta de paz y amistad de Legazpi que le transmite Goiti. Legazpi va, pues, a intentar conseguirlo personalmente. A la cabeza de más de 200 españoles y americano, juntamente con varios centenares de naturales, zarpa de Panay rumbo a Manila. Recala antes en Mindoro, donde los habitantes se ofrecen a someterse a los españoles y a tributar -los primeros en actuar así, pues desean librarse del dominio de los musulmanes de Borneo-. Después de 15 días, se reanuda el viaje. A mediados de mayo, la expedición desembarca en Cavite. Tras unos escarceos de reconocimiento, los régulos de Manila y Tondo, rajá Matandá y rajá Lakandula, se avienen a entablar amistad con Legazpi. No así Sulaymán, que teme alguna represalia por su conducta hostil contra Martín de Goiti. Legazpi, al fin, viaja a Manila. El 18 de mayo de 1571, se concierta el pacto entre los interesados. Legazpi recibe inclusive del rajá Sulaymán la donación de una porción de terreno de la población. No obstante, todavía hay un combate contra los macabebes, venidos de Pampanga, a los que se le une el rajá Sulaymán. Son vencidos y es opinión común que éste encuentra la muerte.

   El pacto de 18 de mayo de 1571, que se suscribe en presencia del padre Diego de Herrera, Juan de Salcedo, Luis de la Haya y el padre Andrés de Aguirre, actuando de intérpretes Benito Díaz Bustos y Juan Moamat, consagra el vasallaje de los régulos locales y sus  súbditos. En virtud de este convenio, el 24 de junio siguiente Miguel López de Legazpi funda oficialmente la ciudad, conservando oficialmente el nombre indígena de Manila, siquiera hispanizado, y la declara capital de todos los establecimientos y comunidades de españoles e indígenas que se profesan súbditos de la Corona, agrupándolos bajo el nombre de Reino de Nueva Castilla, parte integral del imperio de Las Españas. Se establece el ayuntamiento, con dos alcaldes ordinarios, un alguacil mayor y doce regidores. Al día siguiente, Legazpi nombra un escribano de Cabildo y dos escribanos públicos para el juzgado de dichos alcaldes. El día 28 se reúnen por primera vez este ayuntamiento, que preside Legazpi. Se promulgan las ordenanzas corporativas del Cabildo. Todos los que componen el Cabildo merecen la confianza de Legazpi y, en su mayoría, cuentan con antecedentes ciudadanos en la organización municipal de las poblaciones de Nueva España, por lo que no extrañe nada que en sus actuaciones oficiales hayan de reflejar los procedentes de su experiencia municipal en América. Puede decirse que este Cabildo de Manila es heredero directo, por línea institucional, por tradición política y hasta por el talante de sus hombres, de la experiencia y precedente capitular indianos, comenta el historiador Luis Merino.

   Si la traza de la nueva ciudad de Manila se basa en procedentes de la experiencia visual y vivencial de los que acompañan a Legazpi, pues entre ellos no hay ningún arquitecto, por otro lado, la base originaria de éstos es casi invariablemente Nueva España, y las personalidades que intervienen en el nuevo municipio manilense están imbuidas por las leyes, prácticas y usos de la vida municipal mexicana, que han interrumpido para venir a Filipinas. Por su parte, Miguel López de Legazpi cuenta con una considerable experiencia y familiaridad en materia de administración municipal, dada su larga actuación en el Cabildo de la ciudad de México. El sistema de administración local que se introduce en Filipinas es, por tanto, en líneas generales, de origen mexicano, si bien con notables modificaciones regionales.> (Pags., 32-33).

                                  Fundación de Manila por Miguel López de Legazpi

   PARTE SEGUNDA. AMÉRICA DEL NORTE.

   <La victoria bélica hace de los Estados Unidos el árbitro de los destinos de Filipinas.

      Por generosidad para con el enemigo -alega con sofisma el gobernador general James Smith-,    impulsado por el principio de que no caben sentimentalismos en los asuntos internacionales, los Estados Unidos pueden fácilmente pasar por alto la condición y las reivindicaciones del pueblo filipino y dejarlo tal como lo habían encontrado: en manos de España. Con su mejor juicio y sin móvil egoísta, los Estados Unidos deciden, en cambio, optar por  no ser su conquistador, su amo, sino su guía y amigo.

   Pero, ¿es que los derechos soberanos del pueblo filipino son un asunto puramente sentimental? Cuando los Estados Unidos adquieren este archipiélago, en virtud del Tratado de París, el 10 de diciembre de 1898, ¿no viene ya existiendo una república filipina independiente desde hace seis meses? ¿Es que al venir a Filipinas y solicitar con éxito la colaboración de sus habitantes en la guerra contra España no ha sido con la promesa de reconocer la independencia filipina, por la cual los filipinos se encontraban entonces en plena lucha? ¿Es que los Estados Unidos tendrían or tn ingenuos a los filipinos por hacerles creer que estarían dispuestos a ayudarles contra España tan sólo para hacerles entregarles luego el país, cambiando sin más de amo y señor? Lo innegable es que los intereses creados norteamericanos presionaron al presidente McKinley para que se apodere de Filipinas: económicos, al pensar en la expansión del comercio norteamericano en Oriente; militares y navales, al querer que Filipinas sea la primera línea de defensa de los Estados Unidos; religiosos, al conceptuar a Filipinas como base idónea de operaciones de los misioneros norteamericanos; y políticos, por aspirar a arrebatar a Gran Bretaña a hegemonía del imperialismo mundial.

   Decidida, pues, la implantación de la soberanía de los Estados Unidos en Filipinas, el presidente McKinley expide su proclama de 21 de diciembre de 1898, en la que, entre otras cosas, dice: <La ocupación efectiva y la administración de todas las Islas Filipinas se hacen necesarias inmediatamente y el gobierno militar hasta ahora mantenido por los Estados Unidos en Manila ha de extenderse con la mayor premura a todo el territorio cedido por España>. Para paliar afirmación tan cruda, el presidente McKinley añade que la nueva autoridad de los Estados Unidos ha de ser ejercida <para la seguridad de las personas y los bienes de los habitantes de las islas>, puesto que los norteamericanos no han venidos a Filipinas como <invasores o conquistadores, sino como amigos> -cinismo se llama a esta figura-. Por último, el mandatario norteamericano se solaza con esta esperanza: <ganarse la confianza, el respeto y el afecto de los habitantes de Filipinas, asegurándoles por todos los medios posibles aquella medida colmada de derechos y libertades individuales que son el legado de los hombres libres>. Pero a Filipinas no se le respeta su independencia ni su libertad. (Pags., 165-166).

         Soldados useños utilizan la iglesia de San Pedro de Macati como hospital (1899)

                        

   

  

   

   

   


   


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