<El principal objeto, al trazar estas páginas, ha sido únicamente presentar á nuestros lectores los terroríficos dramas dictados por la musa patibularia del "Katipunan" y escritos con sangre, en el corazón de los prisioneros españoles. Y en estos punto glorióme de confesarte, lector amigo, que estino no haber omitido á sabiendas hecho alguno culminante relacionado con los Agustinos retenidos por la mano fiera de la revolución filipina de las provincias de los Tagalos y de la Pampanga.> Pág., 5
<Porque no es la voz del pueblo filipino la que nos habla por boca de los revolucionarios: es el eco de la maldad fomentado por la ingratitud y difundido por la traición.> Pág., 6
<D. Gregorio Aglipay, cuya orgullosa figura se ha destacado por modo tan repugnante en todas las evoluciones del Katipunan, era en Vigan la sombra negra de los infelices prisioneros. De orgullo desmedido e intenciones aviesas, tronaba y se indignaba contra las caritativas personas que ofrecían ropas y comida á los Agustinos prisioneros. Prohibió extrictamente á las Madres del Colegio establecido en aquella ciudad que les mandasen comida; y con no poco escándalo de sus piadosas almas, los cautivos oyeron de los labios del irreverente clérigo insultos groseros contra el Sr., Arzobispo Nozaleda y las Comunidades Religiosas cuya altísima y sagrada personalidad era profanada por el desenvuelto presbítero con cinismo y avilantez reveladores de la infame apostasía que ya en su corazón había consumado. Ayudábale en tare tan denigrante, otro sacerdote filipino que, olvidado de sus juramentos sagrados, elaboraba en su corazón katipunero y en su cabeza huera la defección más deshonrosa para un cristiano. Cosme Abaya, Licenciado en Derecho, en sus chocheces de viejo, negábase á reconocer la legítima autoridad de S., E., el Arzobispo de Manila y, fiel observador de las torpes maquinaciones de Aglipay, se complacía, en su cualidad de Rector del Seminario, en molestar á los Religiosos allí prisioneros, pretendiendo el iluso obligarles á firmar una acta de adhesión al Katipunan.> Pág., 167
<Merece así mismo ser incluida en la lista de bienhechores de los Religiosas cautivos en La Paz, la Señorita Teodorica González, Maestra del pueblo de Zaragoza en la provincia de Nueva Écija. La desgracia es la mejor piedra de toque para distinguir la verdadera de la falsa amistad. Teodorica, con diligencia y lealtad dignificadoras, supo asociarse á los dolores de sus antiguos amigos y protectores ayudándolos en la escasez que entonces padecían, con socorros muy considerables. Hizo varios viajes ´San Miguel de Mayumo llevando á su antiguo Párroco Padre Carlos Valdés, con los auxilios materiales para combatir el hambre, palabras consoladoras inspiradas por la caridad que dulcificaban en gran manera la amargura del cautiverio.> Pág., 169
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